Apenas hay documentos que ayuden a conocer la historia local de Navia tanto en la Edad Antigua como en la Edad Media. Desde esta perspectiva es indudable que el conocimiento de las formas de vida de los campesinos naviegos sólo es posible desde 1.550 en adelante.
En la historia de Navia no hubo ninguna institución eclesiástica con implantación fuerte en la comarca y, en consecuencia, apenas hay documentos que arrojen luz sobre la Edad Media. Algunos datos arqueológicos, como el ábside románico de San Miguel de Barcia, el puente de la villa, o la misma alusión al castillo del año 1037, son testimonios acerca de un poblamiento antiguo, pero poco más.
Sin embargo, a finales del siglo XV los cuadros económicos, sociales y geográficos estaban ya consolidados: las parroquias estaban bien definidas y el señorío ejercido por los condes de Altamira. En el año 1466-67 los campesinos participaron al lado de los hidalgos en la revuelta irmandiña y, la fortaleza de Navia fue una de las muchas derruidas, reconstruyéndose con posterioridad. Los condes de Altamira accedieron al condado a finales del siglo XV, probablemente hacia el año 1450 y, quizás por compra a un anterior propietario. En el año 1611, el conde hizo inventario de todo lo que poseía en el concejo, lo que dio lugar a dos gruesos legajos que se conservan en el Museo Provincial de Lugo. En el mencionado apeo se dice textualmente que es del conde la villa de Navia, con su jurisdicción civil y criminal, con las feligresías sujetas a ella y con su fortaleza donde los merinos que pone en la dicha villa viven, residen y administran justicia a los vasallos del lugar; pero, además de nombrar merino, nombraba también al escribano, tenía acotados en el río cuatro pozos de "pescaría" y un "caneiro". Cada año los campesinos debían pagarle 176 reales por derechos señoriales. Toda esa serie de derechos eran cobrados por el conde en concepto de señor jurisdiccional del concejo y, aunque económicamente le reportaban poco, eran un eficaz medio de controlar el gobierno local; pero más importantes eran, no obstante, las rentas derivadas de las tierras cedidas en foro y la buena porción de los diezmos que se les satisfacían en el concejo, como patronos que eran de muchas parroquias; así pues, el dominio del conde era completo: en el terreno eclesiástico, en el civil y en el económico.
Al lado del conde (el mayor rentista) había otros rentistas en el concejo de Navia, fundamentalmente hidalgos. Esta distribución de la renta es una peculiaridad de la montaña lucense, en contraste con otras comarcas de Galicia de fuerte predominio eclesiástico: en los concejos de Navia y Burón el predominio social de la hidalguía era absoluto, por cuanto se veían favorecidos por la ausencia de instituciones eclesiásticas (monasterios y cabildos).
Todo lo dicho hasta aquí acompañará a los naviegos hasta el siglo XX. Con posterioridad, la hidalguía de la zona simpatizó con el carlismo por temor a que las medidas del gobierno liberal acabasen con su poder; pero abatido el carlismo, la hidalguía continuará siendo en el siglo XIX la rama social gobernante en todo el territorio hasta que, en el siglo XX se derrumba este sector social al dejar la emigración sin caseros a los mayorazgos. Todo esto que parece sencillo, debe encuadrarse en el marco de una nueva situación política: las medidas desamortizadoras apenas habían supuesto trasvase de riqueza, habida cuenta de que la Iglesia tenía aquí escasas rentas, como ya dijimos. En el año 1.830 fueron abolidos los diezmos, pero los hidalgos fundamentaban su riqueza en las rentas procedentes de los contratos de arriendo o foros; así pues, los campesinos siguen en 1.845 pagando las mismas rentas que sus antepasados pagaron a las mismas "casas grandes". Cuando el carlismo fue abatido, la hidalguía de la zona continuó siendo el sector social dominante porque el propio sistema censitario del sufragio les proporcionó la ocasión de intervenir activamente en la vida política y en las elecciones.
Vestigios arqueológicos: Mámoas y dólmenes de Ferreirúa; Castros de Liñares (Queizán), Monterrío y Ferreirúa; Cuevas en As Penas de Frou; Pallozas de Moia y Quintá; Castro de Coedo; Sepulturas medievales en Abrente y Molmeán; Pallozas y capilla de la Inmaculada en Ribón; Castro de Folgueiras (Son); Poblado de Virigo; Alzado de Busmor; Vestigio de primitivo poblado entre Ribón y Moia.